viernes, 25 de enero de 2019

cuentos infantiles

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La bella durmiente

Hace muchos años vivían un rey y una reina quienes cada día decían: “¡Ah, si al menos tuviéramos un hijo!” Pero el hijo no llegaba. Sin embargo, una vez que la reina tomaba un baño, una rana saltó del agua a la tierra, y le dijo: “Tu deseo será realizado y antes de un año, tendrás una hija.”
La bella durmiente
La bella durmiente
Lo que dijo la rana se hizo realidad, y la reina tuvo una niña tan preciosa que el rey no podía ocultar su gran dicha, y ordenó una fiesta. Él no solamente invitó a sus familiares, amigos y conocidos, sino también a un grupo de hadas, para que ellas fueran amables y generosas con la niña. Eran trece estas hadas en su reino, pero solamente tenía doce platos de oro para servir en la cena, así que tuvo que prescindir de una de ellas.
La fiesta se llevó a cabo con el máximo esplendor, y cuando llegó a su fin, las hadas fueron obsequiando a la niña con los mejores y más portentosos regalos que pudieron: una le regaló la Virtud, otra la Belleza, la siguiente Riquezas, y así todas las demás, con todo lo que alguien pudiera desear en el mundo.
Cuando la décimoprimera de ellas había dado sus obsequios, entró de pronto la décimotercera. Ella quería vengarse por no haber sido invitada, y sin ningún aviso, y sin mirar a nadie, gritó con voz bien fuerte: “¡La hija del rey, cuando cumpla sus quince años, se punzará con un huso de hilar, y caerá muerta inmediatamente!” Y sin más decir, dio media vuelta y abandonó el salón.
Todos quedaron atónitos, pero la duodécima, que aún no había anunciado su obsequio, se puso al frente, y aunque no podía evitar la malvada sentencia, sí podía disminuirla, y dijo: “¡Ella no morirá, pero entrará en un profundo sueño por cien años!”
El rey trataba por todos los medios de evitar aquella desdicha para la joven. Dio órdenes para que toda máquina hilandera o huso en el reino fuera destruído. Mientras tanto, los regalos de las otras doce hadas, se cumplían plenamente en aquella joven. Así ella era hermosa, modesta, de buena naturaleza y sabia, y cuanta persona la conocía, la llegaba a querer profundamente
Sucedió que en el mismo día en que cumplía sus quince años, el rey y la reina no se encontraban en casa, y la doncella estaba sola en palacio. Así que ella fue recorriendo todo sitio que pudo, miraba las habitaciones y los dormitorios como ella quiso, y al final llegó a una vieja torre. Ella subió por las angostas escaleras de caracol hasta llegar a una pequeña puerta. Una vieja llave estaba en la cerradura, y cuando la giró, la puerta súbitamente se abrió. En el cuarto estaba una anciana sentada frente a un huso, muy ocupada hilando su lino.
“Buen día, señora,” dijo la hija del rey, “¿Qué haces con eso?” – “Estoy hilando,” dijo la anciana, y movió su cabeza.
“¿Qué es esa cosa que da vueltas sonando tan lindo?” dijo la joven.
Y ella tomó el huso y quiso hilar también. Pero nada más había tocado el huso, cuando el mágico decreto se cumplió, y ellá se punzó el dedo con él.
En cuanto sintió el pinchazo, cayó sobre una cama que estaba allí, y entró en un profundo sueño. Y ese sueño se hizo extensivo para todo el territorio del palacio. El rey y la reina quienes estaban justo llegando a casa, y habían entrado al gran salón, quedaron dormidos, y toda la corte con ellos. Los caballos también se durmieron en el establo, los perros en el césped, las palomas en los aleros del techo, las moscas en las paredes, incluso el fuego del hogar que bien flameaba, quedó sin calor, la carne que se estaba asando paró de asarse, y el cocinero que en ese momento iba a jalarle el pelo al joven ayudante por haber olvidado algo, lo dejó y quedó dormido. El viento se detuvo, y en los árboles cercanos al castillo, ni una hoja se movía.
Pero alrededor del castillo comenzó a crecer una red de espinos, que cada año se hacían más y más grandes, tanto que lo rodearon y cubrieron totalmente, de modo que nada de él se veía, ni siquiera una bandera que estaba sobre el techo. Pero la historia de la bella durmiente “Preciosa Rosa”, que así la habían llamado, se corrió por toda la región, de modo que de tiempo en tiempo hijos de reyes llegaban y trataban de atravesar el muro de espinos queriendo alcanzar el castillo. Pero era imposible, pues los espinos se unían tan fuertemente como si tuvieran manos, y los jóvenes eran atrapados por ellos, y sin poderse liberar, obtenían una miserable muerte.

Caperucita roja

Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita roja.
Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.
– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser peligroso”.
Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba.
No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: – “Caperucita, caperucita ¿a dónde vas con tantas prisas?”Cuento de Caperucita Roja
Caperucita lo miró y pensó en lo que le había pedido su mamá antes de salir, pero como no sintió temor alguno le contestó sin recelo. – “A casa de mi abuelita, que está muy enfermita”.
A lo que el lobo replicó: – “¿Y d ó nde vive tu abuelita?”.
– “Más allá de donde termina el bosque, en un claro rodeado de grandes robles”. – Respondió Caperucita sin sospechar que ya el lobo se deleitaba pensando en lo bien que sabría.
El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si primero tomaba a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna, pero igual servirá”, – se dijo mientras ideaba un plan.
Mientras acompañaba a esta por el camino, astutamente le sugirió: – “¿Sabes qué haría realmente feliz a tu abuelita? Si les llevas algunas de las flores que crecen en el bosque”.
Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las palabras de su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del camino”. A lo que el lobo le contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es un atajo con el que llegarás más rápido a casa de tu abuelita”.
Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El lobo sin perder tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó haciéndole creer que era su nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se puso su gorro, su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegase el plato principal de su comida.
A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y al ver que nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde se encontraba tumbada su abuelita con un aspecto irreconocible.
Cuento infantil de Caperucita Roja– “Abuelita, que ojos más grandes tienes”, – dijo con extrañeza.
– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo imitando con mucho esfuerzo la voz de la abuelita.
– “Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes” – dijo Caperucita aún sin entender por qué su abuela lucía tan cambiada.
– “Son para oírte mejor”, – volvió a decir el lobo.
– “Y que boca tan grande tienes”.
– “Para comerte mejooooooooor”, – chilló el lobo que diciendo esto se abalanzó sobre Caperucita, a quien se comió de un solo bocado, igual que había hecho antes con la abuelita.
En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí, que oyó lo que parecía ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar hasta la cabaña, en la que para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una siesta, con la panza enorme de lo harto que estaba.
El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó que era mejor usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había comido el bribón. Y así fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita y a su abuelita, quienes aún estaban vivas en el interior del lobo.
Entre todos decidieron darle un escarmiento al lobo, por lo que le llenaron la barriga de piedras y luego la volvieron a coser. Al despertarse este sintió una terrible sed y lo que pensó que había sido una mala digestión. Con mucho trabajo llegó al arroyo más cercano y cuando se acercó a la orilla, se tambaleó y cayó al agua, donde se ahogó por el peso de las piedras.
Caperucita roja aprendió la lección y pidió perdón a su madre por desobedecerla. En lo adelante nunca más volvería a conversar con extraños o a entretenerse en el bosque.

Los tres cerditos

Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les serviría de refugio si el lobo los atacaba.
El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en plena faena.
Cuento para leer Los 3 cerditosEl segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera, era más fuerte que la de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le unió a su hermano en la celebración.
El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea para azar las mazorcas de maíz que tanto le gustaban.
Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres cerditos celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación -“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por uno!”.
Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los pestillos y pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito.
– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el lobo feroz.
Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió todo lo rápido que pudo hasta la casa del segundo hermano.
De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:
Cuento infantil Los 3 cerditos-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”
El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras penas lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer hermano.
El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte como pudo. Sopló y sopló hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo que sus esfuerzos eran en vano.
Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.
Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz. El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo el bosque, salió corriendo de allí y nunca más regresó.
Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado. Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos.

La Sirenita

Érase una vez un reino submarino de gran majestuosidad, donde habitaban todas las criaturas marinas que el hombre solo ha conocido en su imaginación y viejas leyendas. Este reino era gobernado por el sabio rey Tritón, el cual tenía cinco bellas hijas sirenas.
La menor de todas se llamaba Ariel, quien superaba a sus hermanas en belleza, pero también en curiosidad y atrevimiento.
La sirenita Ariel soñaba con ir hacia la superficie del mar para conocer la belleza del cielo y conocer de cerca a esas inteligentes criaturas llamadas humanos.
Conocedor del profundo interés de su hija, Tritón vivía preocupado y continuamente le decía que cuando cumpliese 15 años podría subir a la superficie, pero que nunca le permitiría acercarse a los humanos.
Ariel contaba los días para la marcada fecha. Así, cuando esta llegó pidió permiso a su padre y con la venia de este fue sin dudarlo a la superficie.
Ciertamente el cielo era tan lindo como se lo habían descrito. Tras unos minutos de deleite vio un extraño cuerpo que se acercaba al sitio exacto donde estaba.
Era un barco y quedó impactada por la majestuosidad de tan rara construcción.
De inmediato se refugió tras una roca para no ser vista, pero lo suficientemente cerca como para saber quiénes iban a bordo de la embarcación.
De esa forma vio por primera vez en su vida a los humanos y quedó particularmente prendada de uno: el joven Eric, quien era el capitán de la tripulación y en su honor se estaba festejando con verdadero jolgorio.
Sin embargo, la felicidad de los humanos se vería importunada.
Una rápida tormenta se formó y fieras olas zarandearon el barco, tirando por la borda a gran parte de sus tripulantes, Eric entre ellos.
Al ver esto la sirenita Ariel no podía quedarse impasible.
De inmediato se dirigió a donde estaba Eric, luchando por su vida pero prácticamente inconsciente.
Ariel lo ayudó a llegar a la orilla y allí lo dejó. Mientras lo contemplaba con una mirada de amor, el joven Eric despertaba de su letargo y por unos segundos contempló a la bella muchacha que le había salvado la vida.
Quedaron enamorados a primera vista, pero Ariel sabía que era imposible, por lo que huyó a las profundidades del mar antes de que el príncipe pudiese verla bien.
Pasaron unos días y ninguno de los dos podía dejar de pensar en el otro.
Ariel estaba profundamente enamorada y cada día se escapaba en las tardes a su refugio secreto, donde había reunido restos y enseres de la embarcación que había conocido.
Tan raro era su comportamiento por esos días, que su padre la siguió y al descubrir qué era lo que con tanto celo guardaba su hija, se enojó mucho.
Quería protegerla de la crueldad humana a toda costa y por ello no dudó en destruir los tesoros de Ariel con verdadera furia.
La sirenita se sintió muy triste y castigada por su padre.
No concebía por qué se le negaba lo más lindo que había sentido y tenido en su vida: el amor.
Sin saber qué hacer, fue a ver a la malvada bruja Úrsula, para ver si con su magia negra podía ayudarla a convertirse en una mujer humana.
Cuento Disney: La Sirenita
La bruja de largos tentáculos la convirtió en mujer como deseaba, pero la privó de su principal encanto: su voz.
Le explicó a la sirenita, ahora bella muchacha, que tenía tres días para besar al joven Eric. Si no lo hacía en ese lapso, volvería a ser una sirena y no recuperaría nunca su voz.
Ariel aceptó el reto y se presentó ante el joven Eric, quien pensó que por el físico era su amada, a la que soñaba cada noche, pero dudaba constantemente dado que aquella tenía una bella voz y la que estaba a su lado no podía hablar.
Durante tres días fueron varios los momentos en que la pareja pudo haberse besado, pero Úrsula impidió que esto ocurriese.
En su malévola mente tenía un plan y era apoderarse para sí de la voz de la sirenita, con lo que adoptaría su forma y sería ella quien se casase con el príncipe.
Llegado el término del plazo el plan de Úrsula se materializó. Ariel volvió a ser sirena y la bruja adoptó la figura de la bella muchacha, con su voz y todo.
Hechizado, Eric le propuso casarse enseguida a la bruja y creyó que Ariel era una malvada criatura que lo había engañado.
Por suerte, antes del sí quiero todos los animales y criaturas marinas, que adoraban a la sirenita Ariel y querían su felicidad por encima de todo, el rey incluido, que había recapacitado, acudieron en ayuda de la niña e impidieron la boda.
Rápidamente descubrieron a Úrsula y se las arreglaron para que Ariel recuperase su voz.
Eric cayó en la cuenta de que había sido engañado, por lo que acabó con la vida de la bruja y no dudó en besar a Ariel, aunque fuera una sirena.
Pero sucede que con el beso los sueños de ambos se cumplieron. El amor todo lo puede y la cola de Ariel se convirtió en un par de lindas piernas.
Así, la pareja vivió feliz para siempre y lograron establecer la armonía entre el reino de los hombres y el de las sirenas.

Peter Pan

Había una vez, en las afueras de Londres, tres hermanos que se llamaban Wendy, John y Michael. De los tres Wendy era la mayor y su encanto por Peter Pan había logrado que sus hermanos más pequeños también sintieran esa veneración por ese personaje.
Noche tras noche ella les narraba una de esas maravillosas historias que cantaba como era la vida de Peter Pan. Una de esas noches, cuando ya el sueño había comenzado a invadir sus cuerpos, los niños divisaron una lucecita que se movía en el interior del cuarto. Ellos trataron de distinguir que era lo que provocaba esa pequeña y luz, y de pronto se quedaron maravillados cuando vieron que en su habitación estaba Campanita, la pequeña hada que siempre acompañaba a Peter Pan.
Esa noche Peter Pan les propuso viajar junto a él y su pequeña amiga Campanita al País de Nunca Jamás, un lugar donde vivían los niños perdidos, y para que no sintieran miedo les dijo:
– Campanita los ayudaría. Ella tiene un polvo mágico que cuando se lo echen les ayudará a volar.
Y fue de este modo que emprendieron viaje y cuando ya estaban llegando al lugar tan deseado Peter Pan les dijo:
– Ahí va el barco de Capitán Garfio, deben tener mucho cuidado con él y su tripulación. El capitán Garfio es un hombre que le teme mucho al sonido “tic tac” pues en una ocasión un cocodrilo le comió un brazo y hasta con el reloj, de ahí su temor.
Campanita se comenzó a poner un poco celosa porque Peter Pan estaba teniendo muchas atenciones con Wendy, así que voló un poco rápido con el propósito de llegar antes a la casa que el resto de las del grupo. Al llegar les dijo a los Niños Perdidos que junto a Peter Pan volaba un pájaro al que debían disparar. Ellos escuchando muy atento las palabras de Campanita dispararon una flecha, que a pesar de que tumbó a Wendy no la logró herir.
Desde que arribaron a la nueva casa Wendy se convirtió en una madre para los Niños Perdidos y los cuidaba muy bien a todos incluyendo sus hermanitos y al propio Peter Pan. Una de las reglas por las que se regían este grupo de niños era que debían evitar encontrarse con los terribles piratas del capitán Garfio, pero ellos que actuaban sin escrúpulos, al enterarse que habían llegado nuevos habitantes, organizaron una emboscada y lograron capturar a Wendy, Michael y John.
El capitán Garfio usando todas las herramientas que tenía a su alcance, buscaba el modo de lograr destruir a Peter Pan y evitar que rescatar a los niños. Para poder lograr su objetivo aprovechó que Campanita se sentía envidia del cariño que Peter le daba a Wendy y trató de usarla. Su objetivo era envenenarlo, y para eso, mientras él dormía dejó caer unas gotas de veneno.
Al despertar Peter pan se dispuso a tomar el agua, pero Campanita muy arrepentida de lo que había hecho, voló rápidamente y le tumbó el vaso de agua. Mientras el vaso caía, unas cuantas gotas le salpicaron, y con eso bastaba para que ella muriese. La única forma que tenían de salvarla era logrando que todos los niños creyesen en las hadas y en la fantasía. Gracias a todos los niños Campanita logró salvarse.
Mientras esto ocurría aún Wendy y sus hermanos permanecían prisioneros. Cada vez faltaba menos tiempo para que fueran arrojados al mar con las manos atadas a la espalada. Fue en ese momento cuando se escuchó una voz que le dijo:
– ¡Capitán Garfio aquí estoy! ¡Ven y pelea conmigo!
Peter Pan había sido alertado por Campanita y había salido muy rápidamente para poder salvar a sus amigos de la muerte. Comenzó la pelea, fue intensa y duró precisamente hasta que se comenzó a escuchar el tic tac, tic tac que tanto atemorizaba al capitán Garfio. Fue tanto el nerviosismo que sintió Garfio que tropezó y cayó al mar, y es muy probable que aún siga huyendo de ese terrible cocodrilo que no lo deja de perseguir ni un segundo. El resto de los piratas siguieron los pasos de su capitán y se lanzaron al mar mientras los niños se reían a carcajadas.
Los niños ya deseaban volver a casa pues extrañaban a sus padres y sus cosas, así que decidieron volver. Peter Pan junto a los Niños Perdidos le pidieron una y otra vez que no los abandonaran y que siguieran con ellos ahí para siempre siendo niños. A pesar de las insistencias lo niños estaban decididos así que partieron con la ayuda de Peter, y ya casi a punto de llegar les fijo:
– Nunca pierdan ese niño que tiene dentro, ni abandonen su fantasía ni la imaginación.
– No lo haremos jamás -respondieron los tres pequeños.
Peter Pan


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